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Por Diego de la Mora

 
“There is a crack, a crack, in everything. That´s how the light gets in”
Leonard Cohen
Otra vez se abrió la gran grieta mexicana, esa que nos separa de quienes están cómodos y, en lugar de ayudar, hacen todo lo posible por seguir como están, tranquilos, llenos de canonjías y prebendas, conservando su lugar en la historia.
Esa grieta, que hace 32 años dejó que entrara luz con mucha fuerza y desplegara la concentración del poder en México, ahora parece alumbrar la segunda de nuestras grandes injusticias nacionales: la desigualdad.
Como nunca, hoy se discute en nuestro país sobre lo que podemos y tenemos que hacer con el dinero público: hay peticiones en change.org con millones de firmas sobre la reducción/eliminación del dinero para las campañas o sobre la redistribución del presupuesto para publicidad oficial.
Y es que la magnitud de la tragedia no es para menos. Los costos materiales de los temblores del 7 y 19 de septiembre de 2017, junto con los de los huracanes recientes, se contabilizan en miles de millones; algunos hablan hasta de 400 o 500 mil millones, alrededor del 10% del presupuesto que se está ejerciendo durante 2017 en todo el país.
¿De dónde vamos a sacar dinero para reconstruirnos? ¿Cómo vamos a evitar que los damnificados asuman los costos de la tragedia? ¿Quién va a pagar los platos rotos? La discusión sobre el presupuesto que se tiene hoy en el Congreso de la Unión no puede ser la misma de todos los años. Tenemos, ahora sí, que discutir las prioridades: las carencias que nos revelan los temblores no nos pueden dejar inmóviles. 
Los costos pueden ser mucho más que solo los materiales. Podemos perder la oportunidad generacional de plantarnos ante el poder como se plantaron miles ante la muerte: sin temor, con la elegancia de saber quue nuestra acción política puede seguir salvando vidas o mejorando la dignidad de la que hoy gozamos.
Ante la emergencia nacional, las personas se han movilizado como siempre. Lo que me parece que no habíamos entendido es que llevábamos años viendo pasar frente a nuestra indolencia la urgencia de por lo menos la mitad del país. 
Esa indolencia también se fracturó con el temblor. Por eso, porque la desigualdad también es un tema de vida o muerte, tenemos que empezar a actuar con el mismo sentido de urgencia: no podemos dejar pasar otra generación sin aprovechar nuestra capacidad de reconstruirnos de manera orgánica, de exigirnos hacer más y mejores cosas hoy por nuestros vecinos y nuestro país.
Seamos prácticos y asertivos, como le hemos sido estos días. Pero también discutamos sobre el fondo que la grieta nos deja ver: ¿cómo (re)construimos un país más igualitario?
***
NO podemos tener una estrategia de prevención SIN saber cuánto daño causan realmente los desastres. Y no podemos saber cuánto cuestan, si el gobierno NO cuenta adecuadamente TODA la ayuda que da la sociedad. ¿Y si los que donamos exigimos que de una vez por todas las decisiones sean para salvar vidas y disminuir daños?
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