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Por Valeria España

“Llego a la conclusión de que el personal doméstico que llega a trabajar con los famosos acaba por ser mal agradecido, encajoso, abusivo y ratero.
(…), ¿porqué no se quejan de todas las veces que se les dan sus buenos centavos extras o cuando se les regala que la ropa, que el juguete para el niño que tienen fuera del matrimonio, las veces que se les enferma el hijo o la madre casi siempre en lunes o regresando de vacaciones o de todo el robo hormiga que van hacienda día a día o cuando ya no más les falta pasar con su carrito por tu despensa de todas las cosas que se llevan las malnacidas? ¡Ah, pero ahí sí nadie dice nada!.”

Estas fueron algunas de las aseveraciones que Daniel Bisogno escribió en el periódico Basta y que desataron reacciones de rechazo, principalmente en el Poder Legislativo. El entonces coordinador de Movimiento Ciudadano, y ahora polémico jefe delegacional, Ricardo Monreal Ávila manifestó su indignación ante el artículo y propuso presentar una queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Por su parte, la presidenta de la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados, Martha Lucía Mícher Camarena, solicitó a la Mesa Directiva exigir una disculpa al comentarista.
Finalmente, 41 diputados interpusieron una queja que derivó en la apertura de un expediente en el CONAPRED. Como resultado de este procedimiento iniciado ante el organismo se firmó un convenio de colaboración entre el CONAPRED, Bisogno y el Periódico Basta.
El comentarista acordó la publicación de una disculpa, la cual fue realizada, a su peculiar manera, tratando de exponer una justificación al texto escrito, con una crítica a los diputados que interpusieron la queja -en especial a Monreal- y un cambio radical en el tono de referirse a las trabajadoras agredidas: de malditas domésticas a mis queridas trabajadoras del hogar.
Más allá de la polémica, este caso tuvo algunas consecuencias positivas. Primero, no pasó desapercibido del todo y se activaron mecanismos existentes para su denuncia y tratamiento. CONAPRED tuvo que evaluar si efectivamente hubo discriminación o si el periodista había actuado en ejercicio de su derecho a la libre expresión. Y determinó (como lo dicen Gutiérrez y Salazar) que: lo que estaba en riesgo era “la dignidad de aquellas personas que son estigmatizadas con un prejuicio no justificado que las minusvalora, produciendo un daño individual grave, vinculado con la autoestima y, por otro lado, la posibilidad de construir una sociedad de iguales en la que todos puedan alcanzar una vida digna”.
Segundo, también se logró que existiera una instancia de disculpa, aunque claramente llena de matices y justificaciones. La sanción fue de tipo simbólico. A pesar de la disculpa, los cursos de sensibilización, el convenio y las coberturas, el antídoto no fue administrado en la misma dosis que la que desató el agente de la enfermedad.
Sobre este punto es necesario insistir, tal como señalan Gutiérrez y Salazar, en que es innegable que “el ejercicio de la libertad de expresión, a través de los medios de comunicación de masas, puede ser un instrumento muy poderoso para combatir discriminaciones históricas de las que son víctimas millones de personas en nuestro país.” Pero también pueden, como en el caso del trabajo doméstico, ser contribuir a la naturalización de conceptos y prácticas discriminatorias que afectan severamente la construcción de una sociedad democrática a la que aspiramos.
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