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La portada de la edición 471 de la revista Hola retrata una vez más a la Sra. Angélica Rivera. En el reportaje principal, la revista da cuenta de las actividades en el marco de la visita oficial del presidente Peña Nieto a diversos países de la Península Arábiga.
Los pies de foto buscan describir el contexto del viaje. “Angélica Rivera la dama de oriente” se puede leer en uno de ellos. “Estilosa y muy cuidadosa del protocolo, la Primera Dama acaparó los reflectores con las vestimentas típicas de la región” en otro. La revista ofrece extenso material gráfico de la histórica visita presidencial a los países de Oriente Medio.
Me detengo en uno de ellos, Arabia Saudita.
Según se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el presidente Peña decidió, en ejercicio de la facultad que le confiere el artículo 89, fracción l, de la Constitución, otorgar la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca, en grado de Collar, al Custodio de las Dos Santas Mezquitas, Rey Salman bin Abdulaziz Al-Saud, Rey de Arabia Saudita.
El Acuerdo presidencial abunda en las consideraciones que Peña Nieto tuvo para entregar la máxima distinción que el gobierno mexicano puede dar a un extranjero. Dice que es propósito del Gobierno reconocer al Rey de Arabia Saudita, por su valioso interés y notable voluntad para fortalecer las buenas relaciones entre México y Arabia Saudita, a quien reconoce como el interlocutor privilegiado de México en el Golfo Arábigo. Así, el 19 de enero, Peña Nieto intercambió reconocimientos con el Rey.
Lo que no menciona el Acuerdo (y que no importó para la condecoración) es que apenasdos semanas antes fueron ejecutadas, con autorización del Rey, 47 personas. Cuatro de ellos por protestar pacíficamente y exigir democracia. Se trata de la ejecución más numerosa desde 1980 en ese país. Aunque en los últimos años, las cuentas son terribles, en 2015 fueron ejecutadas 157 personas.
¡Qué país el nuestro, sin contrapesos! No ha habido mayor discusión y debate sobre el asunto.
Héctor Larios, senador panista, ha dicho: “tengo muchas diferencias con el gobierno de Peña Nieto, pero en este caso no creo que estuviera mal, porque México ha otorgado esa condecoración a países que tienen la pena de muerte, como Estados Unidos y otros” (La Jornada, 20 de enero).
Allende de tramposas comparaciones, resulta que no se trata sólo de la aplicación de la pena de muerte, son decapitaciones y crucifixiones masivas en plazas públicas. Hay condenas que han sido obtenidas con tortura y las penas implican demenciales cantidades de azotes. Por escribir un blog liberal, Raif Badawi fue condenado en junio de 2015 a 1,000 latigazos. Veinte rondas de 50 cada una. Al igual que sucede con el Estado Islámico, los actos de homosexualidad y el adulterio son castigados con la muerte. Éste último “delito” además por lapidación.
Si los niños presentan muestras físicas de ser adolescentes son condenados como los adultos. Es decir, a decapitaciones y latigazos, entre otras penas. Las mujeres no pueden tener un pasaporte, una licencia, no pueden ir a la universidad ni viajar sin la autorización de un hombre guardián.
La brutalidad Saudí no es polvo bajo la alfombra. Desde hace años es ampliamente conocida y discutida, no sólo en el mundo diplomático, también en los medios. El mismo día que Peña Nieto publicó el Acuerdo para condecorar al Rey de Arabia Saudita, The Economist denunciaba en su artículo principal (The Saudi blueprint) que el resultado visible del reinado de Salman es el brutal tratamiento a los disidentes.
Pero en las últimas horas, los ojos del mundo están una vez más sobre Arabia Saudita. La prensa internacional reveló el resultado de un Panel de Naciones Unidas que investiga los bombardeos a Yemen. El reporte señala que violando flagrantemente el derecho internacional humanitario Arabia Saudita ha encabezado ataques aéreos, causando la muerte de más de 5,800 personas. El 60% de ellos son civiles inocentes, incluidos niños. Se trata de bombardeos sistemáticos y deliberados. Los expertos de la ONU documentaron 119 misiones que han atacado campos de desplazados y refugiados, reuniones de civiles incluidas bodas, escuelas, hospitales, mezquitas, mercados y otra infraestructura básica (The Guardian, 28 de enero).
Sin embargo, el análisis de la condecoración al Rey Salman ha sido minúsculo. El tema apenas ha merecido un par de columnas de opinión y notas menores. Pareciera que en este país no importa condecorar la barbarie. Claro, siempre que se haga con estilo.
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