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Por Gonzalo Sánchez de Tagle

Las propuestas de los partidos políticos después del temblor del 19 de septiembre se ajustan a su costumbre: obtener el mayor beneficio y mejorar sus condiciones para acceder al poder y a sus presupuestos. Están proponiendo medidas electoreras y populistas, para curar enfermedades que necesitan de otros remedios.
La solidaridad de la sociedad mexicana frente al terremoto, excepcional o no, ha sido ejemplar por su entrega, desprendimiento y valentía. Transcurridos los primeros días o semanas, la gente comienza a reincorporarse a su cotidianidad. Así debe de ser. Y es entonces que, del acto espontáneo de los ciudadanos, debemos pasar a las actividades institucionales, pues es a los distintos órdenes de gobierno a quienes corresponde por obligación emprender las acciones de reconstrucción física y hacer los ajustes jurídicos necesarios.
Sin embargo, la clase política (gobernantes, representantes populares y partidos políticos), más allá de mostrar sensibilidad frente a la tragedia y aprovechar el momento histórico para realizar un balance de fondo sobre la razón de ser de la política en el Siglo XXI, ha sido oportunista. Actuar con absoluta ausencia de empatía e interés por el futuro de México, es su norma.
Se trata de lo que están proponiendo los partidos y líderes parlamentarios. En resumidas cuentas, sus ofertas después de la catástrofe, de contentillo y por ocurrencia, son tres: “donar” los recursos públicos para actividades electorales y eliminar el financiamiento público para campañas electorales y a los diputados y senadores de representación proporcional.
La falsa “donación” o reintegro, devolución o como se le quiera denominar, puede ser un buen gesto, pero el problema no se encuentra en el “para qué”, sino en el “por qué”. Es decir, es una verdad sostenida que los partidos gastan demás en sus actividades, sin contar los financiamientos ilícitos. Sin duda el dinero en carretas que reciben se puede (y debe) destinar a otros fines. En este caso, a la reconstrucción. La pregunta relevante es por qué lo deben hacer. Más allá que se requeriría un cambio a la Constitución, no se debe tratar de un acto de generosidad o complacencia con la sociedad. En realidad, se debe porque es ya insultante que nuestra “democracia” sea tan cara frente a tanta desigualdad y pobreza. Se debe porque es en las campañas en donde comienza el ciclo de la corrupción.
Por lo que hace a la propuesta de eliminar a los plurinominales y el financiamiento público para campañas políticas, se trata de dos temas que tienen enorme relevancia y deben ser discutidos con serenidad y sentido institucional y democrático. No como causa o solución a una tragedia nacional. Es así, porque ambas figuras tienen razón de ser, aun cuando tengan mala reputación. Si se eliminan que sea por las razones correctas, no como un remedio para otro mal.
En momentos en los que se necesita actuar con sensatez, previsión y calma, nos están conduciendo a un debate que podría tener consecuencias desastrosas para la democracia mexicana. Sobre todo, porque los que se benefician son los grandes partidos. A partir de la tragedia colectiva y el sentimiento de hartazgo generalizado, intentan modificar instituciones de extrema relevancia para el sistema electoral. El comportamiento de los líderes de los partidos y de los grupos parlamentarios en el Congreso es irresponsable por banal.
Lo que exigimos no es otra cosa que decoro, respeto, legalidad y un mínimo sentido común. Nuestros políticos y representantes, que actúan, como siempre, con nimiedad, pequeñez y ausencia de sentido social y de futuro, se han quedado muy por debajo de la dignidad ciudadana. Ante la tragedia y las elecciones del próximo año, no pedimos grandes cambios. Sólo exigimos que estén al nivel de los ciudadanos que mostraron una enorme humanidad frente a la tragedia.
Por eso, pequeñas cosas de inicio: de momento, que no se elimine el financiamiento público, pero que se reduzca considerablemente el presupuesto para las campañas del próximo año. Para eso, ni un solo anuncio publicitario en las calles, ni pintas, ni pósteres, que solo generan basura y afean nuestras calles; ni un solo concierto, ni pepsilindros, ni playeras, ni pulseras, ni gorras, ni botargas; y, por dignidad, no utilicen melodías pegajosas. NO SIRVEN. Se quedan con los invasivos tiempos oficiales y pautas digitales, con un evento de inicio y otro de cierre de campaña, con sus visitas a los estados y con sus ideas. Con esto se puede ahorrar una gran cantidad de dinero.
En cambio, hagan campañas con debates temáticos, mientras más mejor y en sedes universitarias y neutrales; que todos los candidat@s se pronuncien sobre sus 10 prioridades presupuestarias y sus porcentajes (ahí es donde está el verdadero proyecto); propuestas muy claras y concretas, en una página por tema, para que todos comprendamos de qué van.
Ustedes, que no han estado a la altura, sálganse por una vez de su norma, y actúen por esta ocasión de manera excepcional.
***
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