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¿Quiere que me hinque? ¿Quiere que me hinque? ¡Me hinco! Así interpeló a Andrés Manuel, una madre que lleva 7 años buscando a su hijo desaparecido. Sin micrófono, pero de frente, con una valentía que ni la masculinidad más hegemónica posible exigiría. El dolor es tremendísimo. No tiene nombre, decía la misma mujer. Y es cierto, se dice que el castellano cuenta con más de 93,000 palabras. Pero para este dolor no tiene un nombre.
Aunque sin nombre, el dolor es palpable, se puede cortar con un cuchillo, decía la representante del Colectivo Solecito. La realidad no exige nombres para estremecernos.
Así, entre dolor, transcurrió el segundo diálogo por la paz, la verdad y la justicia que víctimas de la violencia sostuvieron con Andrés Manuel, ya como presidente electo. Pero hubo un hecho en particular que me quebró el alma (si es que eso del alma existe).
Es la última vez que, tal vez, me vea ante usted. Me van a matar. Eso me dijeron. Era la voz de un padre que exigía justicia para su hija asesinada. Aunque parecía que había preparado su discurso con precisa minucia, no fue capaz de concluirlo. Los brazos vecinos se encargaron de recibirlo, antes de que cayera hasta el suelo. ¡Un médico!, pedía Sergio Aguayo -moderador del diálogo- desde el micrófono.
Un montón de hojas de papel con toda la información del caso de su hija temblaban con tremenda fuerza, sostenidas por unas manos valientes, pero dominadas por el dolor. De esas manos que se atreven, pero ya no son gobernadas por la mente, sino por la rabia.
Esa estremecedora temblorina me llevó a los inicios de 2015, la última vez que la había presenciado. Después de varias horas revisando el expediente de investigación del caso de una adolescente desaparecida en Nuevo León, su padre y yo nos dispusimos a despedirnos. Vamos avanzando, le dije. Y se presentó la estremecedora temblorina. No eran solo sus manos, sino todo el cuerpo. Para mí era evidente que su mente le ordenaba no llorar, mientras su alma se lo exigía. Su cuerpo, indeciso, tambaleaba entre uno y otro. Pero el mío no dudó, inmediatamente lloró y se abalanzó hacia él en forma de abrazo. Un abrazo que convenció a su cuerpo a también hacerle caso al alma. Lloramos los dos.
Es común que los grupos organizados de víctimas tengan rostro de mujer, y entiendo que existen razones para ello. Las madres/abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, las mujeres cantaoras de Bojayá en Colombia, las rastreadoras en Veracruz, Sinaloa y otros lugares en México. Poco resalta la figura del hombre como víctima.
¿Los hombres víctimas no se organizan? ¿Los hombres no buscan a sus hijos o hijas? ¿Existen los padres/abuelos de la Plaza de Mayo, los cantaores de Bojayá, los rastreadores en México? Si existen, se organizan y buscan, ¿cómo lo hacen?
Tomando en cuenta que las órdenes de masculinidad han limitado la paternidad a ser el responsable de la casa, particularmente en un sentido económico y de seguridad, ¿qué le significa a un hombre la pérdida de un ser amado? ¿En qué medida se diferencia de lo que le significa a una madre?
Hace algunos meses, Jaime Alvarado contó su experiencia frente la desaparición forzada de su hermano y dos de sus primas en Buenaventura, Chihuahua, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Declaró que las mujeres siempre eran quienes realizaban las gestiones de búsqueda, particularmente en lo relativo a denuncias y quejas. Él se consideró más bien como un chofer, que las llevaba y las traía. Señaló, ante pregunta expresa de la Jueza Odio, que era cuestión de seguridad, pues “las mujeres se quedan en casa”, mientras que los hombres salimos a trabajar y “siempre andamos en la calle”. De tal forma que Jaime consideró que como medida de seguridad, debían ser las mujeres quienes aparecieran en los expedientes como denunciantes, y de pasada, que fueran ellas las enteradas del caso.
Sobre los padres/abuelos de la Plaza de Mayo, cuenta Juan Guillermo Figueroa[1] que algunos también estaban desaparecidos. Otros, supusieron que las mujeres tenían menos probabilidad de ser agredidas en las manifestaciones, así que se paraban en las esquinas de la plaza. Algunos otros participaban activamente, pero narran las madres/abuelas que se desesperaban muy rápido y querían pelearse a golpes con los militares. Otros hombres asumían las labores del hogar, modificando drásticamente la dinámica familiar, para que las mujeres salieran a las calles.
Pero cuentan también, y ojo a esto, que hubo hombres que simplemente no supieron qué hacer con su dolor. Su estrategia para lidiar con el dolor fue morirse.
Las cifras de mortalidad de 2016 ubica a Chihuahua, en donde los hombres no temblamos por nada y donde “siempre andamos en la calle” (palabras de Jaime), en el vergonzoso primer lugar en tasas de suicidio[2]. También en 2016, ocho de cada diez suicidios fueron cometidos por hombres[3]. ¿Casualidad o causalidad?
En México, a pesar de todo, tenemos ejemplos que parecieran salirse de la caja. Me resulta sumamente emotivo escuchar a los padres de los estudiantes de Ayotzinapa gritar en la plaza pública: “hijo, si me estás escuchando, quiero que sepas que voy a buscarte”. Imposible dejar pasar la movilización que Javier Sicilia logró con su dolor. Y así los hay muchos, aunque sin el foco mediático.
Las órdenes de masculinidad no solo moldean nuestra forma de pensar, también determinan tajantemente nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno, incluso con nuestros seres más amados.
A veces los golpes que da la vida, los eventos trágicos, esos dolores que no tienen nombre pero son palpables, logran superar el poder de esas órdenes de masculinidad. Otras veces, tal vez la mayoría, no superan la estremecedora temblorina. Así de desgraciadamente poderosa es la masculinidad.

[1] Les recomiendo cabrón esta entrevista: “Los padres de hijos desaparecidos” por Juan Guillermo Figueroa. Colegio de México, Programa de Educación Digital / Colmex Digital, 2014. Video disponible en línea: [https://goo.gl/bYswKb].
[2] INEGI. Estadísticas de mortalidad. Base de datos, 2016. CONAPO. Proyecciones de la población de México 2010 a 2050. Citado en: “Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio” (datos nacionales). Comunicado de prensa núm. 410/18, 7 de septiembre de 2018. Disponible en línea: [https://goo.gl/FpuYSg].
[3] “Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio” (datos nacionales). Comunicado de prensa núm. 410/18, 7 de septiembre de 2018. Disponible en línea: [https://goo.gl/FpuYSg].

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