Por Juan Jesús Garza Onofre.
Hoy es primero de octubre de 2024. A ciencia cierta no sé muy bien qué me impulsó a renunciar al asueto oficial que impone el calendario electoral ni por qué decidí asistir al centro capitalino con una libreta y una pluma.
Podría mentir y afirmar que me interesa escribir una crónica sobre la toma de protesta de la primera presidenta de México o que me llama la atención conocer aquellas impresiones que a la mayoría del electorado le provoca la conclusión del sexenio, o tal vez, simple y sencillamente, es que la envidia me corroe por no compartir esa esperanzadora alegría de la que algunos están hablando.
Todo eso es falso, no porque no me concierna, sino porque ignoro el por qué estoy aquí, de hecho, me siento un tanto fuera de lugar por no venir con una prenda guinda ni reconocer a nadie entre las multitudes. Además, tengo frío y no dejo de pensar en todos los pendientes que bien pude adelantar durante estas horas, pero dicen que comprender la realidad se vuelve algo sencillo cuando esta se vive de primera mano.
Justo en esos momentos de desconcierto me aborda un sindicalista y me pregunta que si soy parte de Luz y Fuerza del Centro, respondo que no. Replica envalentonado que entonces por qué llevo esa prenda. Volteo hacia mí mismo y me percato que estoy usando una sudadera con las siglas L.F.C., iniciales del Liverpool, equipo de fútbol al que sigo desde hace tiempo por su mística y la pasión que me ha transmitido mi mejor amigo. Intento explicarle, pero le da igual, quiere conocer mi opinión y con su celular empieza a interrogarme respecto a los pendientes que deja López Obrador respecto a la extinción de ese organismo público.
Estoy rebasado por la entrevista y por todo lo que veo y trato de anotar. Ya ni siquiera puedo concentrarme por el ruido que se mezcla con un grupo de feministas disidentes que está rapeando en un templete justo enfrente de mí.
Todo es tan disímil que, aunque el oficialismo se empeñe en identificar al pueblo como algo uniforme y consistente, lo cierto es que los personajes que lo conforman son tan variopintos como la imaginación humana. Desde hombres pulcramente encorbatados que utilizan lentes obscuros para taparse un sol imaginario, pasando por personas de la tercera edad cuya movilidad depende frágilmente de otras personas de la tercera edad, hasta niños inadvertidamente politizados que consumen pizza en las banquetas.
Si a esa colorida estampa, además, sumamos policías y tránsitos, personas en situación de calle, organilleros y músicos que intentan articular sonidos indefinidos, así como los habituales vendedores ambulantes que ofrecen cualquier cosa que no necesites, lo cierto es que el mural de “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” de Rivera sabe a poco.
Porque, aunque sea martes, parece domingo y como es bien sabido los domingos se le pone pausa a la vida para dejarse guiar por nuestros instintos más primarios. Da igual que el día de mañana las ejecuciones extrajudiciales vuelvan a ocurrir, que se descubra un nuevo escándalo de corrupción o que las mentiras dicten la agenda pública. Hoy de lo que se trata es de hacer acto de presencia y declararse parte del pueblo mexicano.
Y es que de lo poco bueno de haber cambiado el día de la toma de posesión de la titular del Poder Ejecutivo Federal es que todo el merchandising sobrante de las fiestas patrias puede tomar un segundo aire y ganar unos cuantos días de vida útil. En ese sentido, conseguir algún distintivo de México o de Morena —que para algunos hoy ya es casi lo mismo—, es cosa fácil, aunque no necesariamente algo barato.
Pregunto cuánto vale una bandera de México, $100.00 pesos, un López Obrador de peluche, un “amluche”, $150.00 pesos, una estatua miniatura del mismo personaje, $100.00 pesos, una gorra pirata de Morena, $200.00 pesos, y ya entrado en confianza también pregunto por el Tehuacán preparado que cuesta $50.00 pesos y el camote $40.00 pesos.
¿Quién compra esa mercancía y qué pasa con ella después de que acaba el furor del mitin? ¿Dónde quedarán cientos de adornos tricolores antes de volver a guardarse en un insalubre almacén repleto de cajas olvidadas? ¿Cuánto habrán vendido y qué harán esas personas con su dinero? ¿La figura de la nueva presidenta resulta lo suficientemente atractiva para animarla y comercializarla?
Después de seis años de no entender un carajo, la verdad es que hoy tengo más dudas que respuestas. Pero no estoy dispuesto a refugiarme en eso que decía Carlos Monsiváis respecto a que “ya no entiendo lo que pasa o ya pasó lo que entendía”. Se viene, por lo menos, otro sexenio en donde tal parece que cada una de las decisiones políticas solo tienen cabida a través de reduccionismos y caricaturizaciones, por un lado, o esplendorosas falacias y justificaciones infalibles, por el otro.
No me cabe duda del daño que la polarización le ha hecho a una conversación pública en donde los puntos medios ahora resultan tan aburridos como intrascendentes; pero tampoco puedo poner en entredicho los beneficios que ese mismo fenómeno ha despertado en una cierta parte de la ciudadanía.
Quizá por eso me interesa encontrar entre la multitud abigarrada una figura gris y sin matices que me aclare lo que significa esta supuesta transformación. En concreto, busco un acarreado que me permita entender todo lo que tuvo que pasar para poder llegar acá en este día. De dónde viene, cuáles son sus motivaciones, qué recibió a cambio por venir, averiguar si él se percibe o no como un acarreado y por qué esto es así. Me surge la interrogante de cómo abordar a esta persona para construir una reflexión sobre el populismo y la polarización.
Nunca es tarde para hacer un esfuerzo y evitar convertirse en alguien que cada cambio de régimen vaya reemplazando su orientación ideológica hasta alcanzar la comodidad que brinda la orientación económica que le otorga el Gobierno, para eso existen tantos opinadores que hoy lucen sus mejores maromas en horario estelar.
A estas alturas de la jornada, el cansancio asecha y también el aburrimiento. Mucha gente empieza a retirarse incluso antes de que pronuncie su primer discurso público la nueva presidenta, parecería como si el hecho de despedir a López Obrador sea más importante que el de recibir a Sheinbaum, pero yo qué sé, son tan diferentes los individuos congregados que no me atrevería si quiera a intentar encontrarles un denominador común.
Cuando el adjetivo “histórico” ha quedado desfondado por su uso indiscriminado en este primero de octubre, me gustaría pensar que el país realmente mejorará en ocasión de la visión de una mujer presidenta que insiste en que solo lo que se nombra existe, pero negando realidades como la militarización, la necesidad de una reforma fiscal, los perjuicios de la reforma judicial, o la pluralidad y las minorías de quienes habitan México, temo que esto no será así.
Mañana será dos de octubre y mientras la presidenta emitía un decreto para contribuir a la memoria histórica sobre la matanza de estudiantes en Tlatelolco por parte del Ejército en 1968, por la tarde, ese mismo Ejército asesinó a seis migrantes inocentes en Chiapas.
Pero hoy ese no es el tema, sino la toma de protesta y el carnaval obradorista vuelto exhibición morenista de movilización de masas. Sigo sin entender qué hago aquí, pero de pronto recuerdo al señor que me confundió como un seguidor de Luz y Fuerza del Centro y caigo en cuenta que no hace falta encontrar a un acarreado, pues el acarreado claramente soy yo. He sido atraído a ese lugar sin otro afán más que ser partícipe de un pueblo inexistente que solo habita en la cabeza de políticos cuyo principal objetivo es lucrar con sus necesidades a base del asistencialismo y las alegrías efímeras.
Termino el mitin de la confusión dejándome gobernar por la inercia que provoca la conclusión de algo que pocos tienen idea cuándo terminará.
Caminando entre vendedores, transeúntes y un grupo de señoras que se gritan la orden de apurarse porque a las seis deben estar en la Alameda para regresar, emprendo la vuelta a casa con la esperanza de recibir una recompensa que no es otra que evitar guiarme por irreflexivas filias y fobias partidistas.
Este texto fue publicado originalmente en el blog de Nexos el 6 de octubre de 2024