Por Luis Mendoza Ovando.
Hay una anécdota que siempre cuentan en las clases de periodismo que sintetiza la razón de ser del fact checking. La fábula dice que si una persona dice que llueve y otra que está soleado, la labor que tenemos como reporteros no es la de pasarle la confusión a los lectores consignando las dos versiones, sino salir a la calle y ver si llueve o no.
“Zona de Promesas” fue un ejercicio a propósito de esa tarea elemental, pero esencial en tiempos donde se confunde estar informado con la capacidad de vomitar las opiniones más estridentes sin importar que estén sustentadas o no. La crónica es un ejercicio que exige todo lo contrario a esta tendencia: mirar, escuchar, preguntar e ir al encuentro de lo que nos resulta incómodo o incomprensible.
Visitar el Zócalo durante el primer día como presidenta de Claudia Sheinbaum era, evidentemente, una tarea que ocupa a cualquier reportero porque la nota está sostenida por sí misma. Sin embargo, había otra misión que se nos encomendó como cronistas y era descifrar si lo que estaba pasando en el epicentro cívico-cursi-solemne-político coincidía con el ánimo replicado en la realidad alterna que configura el internet. Saber, pues, si en efecto llueve.
Los textos que conforman este fanzine son un manojo de dudas y sensaciones: únicas herramientas útiles para tratar de decir algo sensato frente a una realidad fragmentada, inacabada, irracional y completamente cambiante. Es decir, la revolución, en tanto fuerza de cambio, no vive en el discurso de un partido político, sino que es una transformación que tiene que ver más con la vida cotidiana que con los nombres que se hacen estatua o con los políticos que desde ya practican ser busto en parque o glorieta.
Adrián Madrigal se pregunta ‘¿de quién es la fiesta?’ y nos cuela a una celebración ajena para mirar de cerca los excesos de una borrachera política donde lo único que queda claro es que ya no son horas para estar ahí. En ese mismo espíritu de confesar falta de entendimiento, Julio Reyes en su relato logra darnos luz sobre las convicciones de quienes asistieron el 1ro de octubre a celebrar el relevo en el poder, pero también el inquietante vacío en escuchar a unos jóvenes repetir robóticamente las palabras del partido en el poder.
Ignacio Gómez Morín y Claudia Arriaga logran cruzar el umbral de sentirse ajeno en la fiesta y desmenuzan los motivos que existen para celebrar. Sí hay quien está disfrutando lo votado y además son abrumadora mayoría, pero esa celebración no es la de un cambio radical y profundo, como dicen los políticos en las entrevistas, sino una muestra más del fanatismo por lo vintage y el músculo político desplegado muy a los setentas en el Zócalo da también pistas de este cambio que no cambia en el que estamos inmersos.
También en estos textos se nos devela que el pueblo no es monolítico ni una masa que actúa en perfecta sincronía. Libertad Ruiz encuentra un personaje que manifiesta que en esos 36 millones de votos hay un ejercicio de duda y también la manifestación de unas ganas de creer que están maltratadas por la traición habitual. Carla Garduño, por su parte, lleva su propio escepticismo a la celebración y le alcanza para dejarnos un recordatorio de que aunque el partido en el poder se adueñe de los rituales de la protesta estos no le pertenecen.
Finalmente, esta reflexión tumultuaria cierra con Tito Garza Onofre quien se autonombra acarreado y en esa confesión a la luz del ejercicio de Zona de Promesas nos permite reflexionar que el tiempo es un gran camión que nos sube y pasea a todos, lo queramos o no, y que ya dispuestos en el viaje podemos negarlo o plantearnos qué hacer.
Que este fanzine vea la luz del aniversario de la revolución mexicana no es una casualidad, sino una provocación. ¿Qué se está rompiendo realmente en nuestro presente? ¿Qué está transformándose? Tratar de entender el momento que atraviesa nuestro país en clave de antes y después es sumarse a los espejismos polarizantes. Lo que hay son pequeños cambios y resistencias en cada persona y pensar en cuatro transformaciones es atentar contra esa complejidad. En la fiesta de la historia hay una revolución en cada confeti y es preciso dejarse sorprender por esos papelitos resplandecientes en el cielo y recordar que inevitablemente terminarán en el piso mugroso. Haciendo compañía a esos otros papelitos que hoy están pisoteados en el suelo, pero que hace no mucho otras alegrías y pasiones los mantenían en el aire.
Los textos del fanzine:
¿De quién es la fiesta? – Adrián Madrigal
El nuevo país de siempre – Julio Reyes
Para celebrar lo votado – Claudia Arriaga
¡Qué viva Chimalhuacán, carajo! – Ignacio Gómez Morín
¿Cómo llegó? – Libertad Ruiz
Las fechas que nos dieron patria – Carla Garduño
El acarreado soy yo – Tito Garza Onofre