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Por Patricia de Obeso
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Hay un tema olvidado en nuestro país: las cárceles.
Y es triste, pero todos los días despertamos esperando conocer el nuevo escándalo de la casa, cuenta fantasma o mega propina del Presidente, su gabinete, gobernadores y compadres. Sin mayor sorpresa, también recibimos las cada vez más inverosímiles explicaciones y la apabullante impunidad.
¿Qué relación tiene esto con el sistema penitenciario en México? Toda. Cada año el INEGI muestra en la Encuesta de Victimización que en algunos delitos hay hasta un 90% de “cifra negra” o lo que es lo mismo, cuando las personas son víctima de una extorsión o un secuestro, elijen no denunciar. Que la fuerza los acompañe, no hay a dónde correr. Lo consideran una pérdida de tiempo, o simplemente no confían en el sistema.
La respuesta no sorprende, ¿por qué confiar en un sistema que encarcela a los más pobres mientras protege a los criminales de cuello blanco?
En 2011, Esperanza Reyes Aguillón fue detenida y sentenciada a 5 años de cárcel por pagar una libreta con un billete falso de 100 pesos. Cumplió su sentencia entre las Islas Marías y el Centro de Reinserción Social de San Luis Potosí. Sergio Alberto Arellano, indígena náhuatl, fue detenido en mayo de este año en Nuevo León por robar un desodorante y enfrentará un proceso por robo con violencia desde el Penal del Topo Chico. La jueza consideró necesaria la medida cautelar. Son sólo dos ejemplos.
Si a este escenario agregamos la inclemencia del sistema penitenciario, nos quedamos con poco. La CNDH, la ONU, organizaciones de la sociedad civil, expertos y cuanta persona haya pisado una cárcel en este país, sabe que son lugares con condiciones de inframundo. Autogobierno, hacinamiento, extorsión, tortura, prostitución, terror, por nombrar algunas. Esta situación es un escándalo permanente. Lo olvidamos porque las cárceles están lejos de la ciudad, son noticia sólo cuando hay un motín o alguien escapó.
El sistema penitenciario es el último eslabón de la justicia. En teoría, para llegar ahí, hubo una denuncia, una investigación, un juicio, una sentencia. Hoy en día, nos seguimos saltando varios pasos, y muchos de los que acaban ahí son los que no tuvieron para pagar un abogado picudo o porque simplemente estaban en el lugar incorrecto.  El sistema penitenciario no preocupa a nuestros gobernantes, no es atractivo invertir en él. Les vale, porque no nos preocupa a nosotros.
Mientras siguen las discusiones sobre la implementación del Sistema Nacional Anticorrupción, las reformas de justicia y la seguridad interior, no olvidemos que las cárceles siguen llenas de personas como Esperanza y Sergio.
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