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*Autor: Carlos Soto Morales

Cada vez es más difícil establecer una línea clara entre lo que sucede en el mundo físico, el real, y lo que pasa en el entorno digital. Mucho de lo que hacemos en la vida diaria solemos reflejarlo en actualizaciones en las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, entre otras.
Plasmamos momentos intrascendentes en nuestra vida, señalando qué es lo que vamos a comer o qué película veremos en el cine. También compartimos eventos importantes, como el nacimiento de un hijo, la llegada de un nuevo amor o el fallecimiento de un ser querido. En la mayoría de los casos, las actualizaciones de estatus no tienen relevancia alguna; tal vez un par de “me gusta” y alguno que otro comentario.
En ocasiones lo que escribimos en las redes sociales puede tener un fuerte impacto en nuestra vida, fuera del entorno digital. Recordemos que 2013 la directora de comunicación de una empresa tuiteó el siguiente mensaje antes de subir a un avión: “Voy a África. Espero que no me dé SIDA. ¡Bromeo, soy blanca!”. Dicho mensaje se viralizó durante el tiempo que esta persona realizaba su viaje. Al descender de su vuelo se enteró que la compañía la había despedido por el contenido racista de su tuit.
La violencia de género es, desafortunadamente, uno de los puntos de intersección de la vida real y la vida digital. En un estudio realizado por INMUJERES se puede apreciar que este tipo de agresiones se realiza de las siguientes maneras:

  • Violación a la intimidad, filtrando, sin consentimiento de la afectada, imágenes y/o videos de una mujer realizando algún acto sexual o exhibiendo su cuerpo semidesnudo o desnudo (pornovenganza).
  • Sembrando rumores falsos sobre una mujer en redes sociales para dañar su reputación ante familiares, amigos y/o conocidos.
  • Crear perfiles falsos para usurpar la identidad de una mujer, a efecto de subir fotos, hacer comentarios ofensivos o hasta ofertas sexuales, desde estas identidades simuladas.
  • Denigrar a mujeres mediante “memes”.
  • Acechar o espiar las publicaciones, comentarios, fotos y todo tipo de información de una mujer en sus cuentas de redes sociales
  • Amenazas a través del envío de imágenes con contenidos sexuales o mensajes en cuentas de correo electrónico, mensajería telefónica o redes sociales de las víctimas. Estos mensajes pueden ir desde los insultos, hasta amenazas de violación o de muerte.

Diversos estudios han demostrado que la violencia virtual tiene consecuencias físicas y psicológicas sobre las víctimas, tales como depresión, ataques de ansia o terror, baja autoestima, entre otros. Todo lo anterior, implica una seria violación a los derechos de las mujeres, previstos tanto en la Constitución Federal, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas contra la Discriminación de la Mujer (CEDAW) y la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
El problema se agrava en el mundo digital, ya que los perpetradores se escudan en el anonimato que brindan las redes sociales, armándose de valor para realizar sus ataques. Entonces viene la gran interrogante ¿Cómo detener esos ataques? La primera vía, tal vez la más sencilla, es acudir a los mecanismos que brindan las propias redes sociales, tales como bloquear las cuentas y denunciarlas para lograr su suspensión o cierre total. A veces esto resulta insuficiente, pues suelen haber ataques masivos, por cientos de trolls.
A la fecha, Aministía Internacional, bajo la etiqueta #ToxicTwitter, busca que la red social tome cartas en el asunto (en este enlace se puede leer más sobre ello).Otra alternativa es acudir a las instancias legales, como sería la Policía Cibernética Federal. Al respecto, el columnista Héctor de Mauleón recibió amenazas de muerte por la publicación de varios artículos. Realizó la denuncia correspondiente y la Policía Federal encontró a los autores de los mensajes en su contra. Fueron llevados hasta la justicia, donde los trolls perdieron su “valentía” (en este enlace se puede leer uno de sus artículos sobre este tema).
La violencia de género debe erradicarse en cualquiera de sus formas. Ya sea en el seno del hogar, en el trabajo, en el ámbito político, en la vía pública, etcétera. La que se ejerce a través de medios digitales no es diferente de la anterior y si las políticas de las redes sociales son insuficientes para neutralizarla, es imperativo acudir a las autoridades de nuestro país para combatirla.
Tal vez sea necesario realizar ajustes a la legislación para combatir figuras como el bullying, grooming, pornovenganza, etcétera, pero el actual marco legal permite ejercer ciertas acciones. No podemos permitir que el entorno digital brinde un espacio de impunidad a los criminales.
 
*El autor es Magistrado de TCC, del Poder Judicial de la Federación
**Una versión de este artículo se publicó originalmente en la Revista Inmexius #15, marzo de 2018.
***Créditos imagen: Informe “La violencia en línea contra las mujeres en México”
 

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