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Brett Kavanaugh, como joven estudiante de preparatoria, se emborrachó en una fiesta y junto con un amigo empujó a Christine Blasey Ford, le tapó la boca e intentó quitarle la ropa.[1] Más adelante, como estudiante en Yale, un grupo de amigos jugaban el clásico juego en el cual el que pierde tiene que tomar, y, entre risas, Brett hizo chistes a Deborah Ramirez con un pene de plástico, para luego bajarse el pantalón y ponerle su pene frente a la cara.[2] Una tercera mujer ha salido a decir que Kavanaugh y sus amigos tenían como práctica intoxicar a las mujeres en las fiestas, para que perdieran la capacidad de resistir.[3]  Este hombre hoy está siendo considerado como ministro para la Suprema Corte de los Estados Unidos, una posición vitalicia y de enorme envergadura. En una Suprema Corte escindida a la mitad en cuanto a sus tendencias políticas, quien sea nominado y confirmado podría ser el voto clave, especialmente para temas relacionados con los derechos de las mujeres.[4]
Una parte del debate público se ha centrado en sobre si las acusaciones de estas mujeres son ciertas o son creíbles, dado que no se reportaron “oportunamente”. Este enfoque es inadecuado porque es bien sabido que las mujeres no reportan la violencia sexual, pues existe todo un esquema de re-victimización que las desincentiva a hacerlo.[5] Además, ellas no tienen que demostrar que esto pasó bajo el estándar de superar cualquier duda razonable, solo tienen que dar un testimonio creíble que pudiera generar dudas serias sobre la calidad moral del candidato. Ser Ministro de la Suprema Corte no es “derecho” de nadie, es un gran honor que conlleva una gran responsabilidad.
Lo más preocupante, me parece, es que hay otra narrativa patente en la prensa, entre los actores políticos involucrados y en las discusiones cotidianas: la que considera que es posible o incluso probable que estos actos hayan ocurrido, pero que son un error de juventud que no debiera afectar la carrera de Kavanaugh. Según esta narrativa, estos actos probablemente ocurrieron, pero no deben importarnos pues no constituyen violencia auténtica. Se trata simplemente de juegos o de bromas pesadas de las que suceden en todas las preparatorias y en todas las universidades, particularmente cuando los chicos y chicas están experimentando con alcohol o drogas recreativas.
Así, en un focus group de mujeres republicanas que organizó CNN, las mujeres dijeron que “no tenían simpatía” para Blasey Ford porque Kavanaugh era un adolescente lleno de testosterona. “¿Qué chico no ha hecho esto?” dijo una de las mujeres. “Seguramente a ella le gustaba y quizás él después ya no le puso atención y salió con otra, ella se puso gorda, lo que sea: son niños.”[6] Los comentarios en medios a la valiente declaración que leyó Blasey Ford ante el Comité del Senado reproducen una y otra vez este discurso: “Por favor, lo que le pasó ni siquiera fue grave. Hay personas que sobrevivieron cosas mucho peores y no están quejándose patéticamente”, decía uno.
La violencia de género es la regla, no la excepción. Dedico parte del temario de clase a que las alumnas y los alumnos entiendan este punto. Les presento estadísticas sobre feminicidio, violación, acoso y trata. Les hablo de Claudia Ivette, Esmeralda y Laura Berenice, cuyos restos fueron encontrados en aquel infame campo de algodón en Ciudad Juárez.[7] Les hablo de Valentina, la mujer indígena que lavaba ropa junto al río cuando llegaron a golpearla y violarla los miembros del Ejército Mexicano.[8] Les hablo de Paulina, de trece años, soñando en su cama cuando entró un sujeto a violarla y dejarla embarazada, y de cómo el Estado le negó el derecho a un aborto seguro.[9] Hay que hablar de ellas, sin duda. Hay que pronunciar sus nombres una y otra vez, y una y otra vez indignarnos por lo que vivieron. Pero sería un error quedarnos ahí y pensar que sólo esto es violencia de género.
En estas experiencias atroces somos capaces de identificar claramente la violencia de género y de ponerle nombre. Esto no significa, por supuesto, que podamos dar respuestas adecuadas a ella ni dimensionar el sufrimiento de quienes la vivieron, pero podemos al menos observar los hechos y decir: “aquí hubo violencia de género” y “es inaceptable”.
El discurso en torno al incidente de Kavanaugh confirma, en cambio, que otro tipo de violencia no es considerada violencia, pues la tenemos a tal grado normalizada que hasta sorprende que se le ponga esta etiqueta. Los que hacen apología de estas conductas tienen una argumentación del tipo “bueno, solo era broma. ¿Quién no lo ha hecho?”, como si a raíz de estas acusaciones, incluso estuviera en riesgo de revelarse como violenta, y por lo tanto de censurarse, su propia conducta “inapropiada”.
En algo tienen razón y es que este tipo de violencia es omnipresente. Si en grado es menos “grave” que los feminicidios y violaciones, la presencia de este tipo de violencia es tan común que la hemos banalizado, y eso sí que es grave. Es grave que las niñas escuchen que, si alguien las toca en una fiesta, o aprovecha que están intoxicadas para exponerle sus genitales, todo esto es normal… un juego, un chiste. Solo tienen que dejar de ir a fiestas, o no tomar, o tener más sentido del humor. Esto es trágico, además, porque permite que asimilemos la violencia de género como algo inevitable e ineludible, lo cual no sólo perpetúa la violencia de Kavanaugh, sino también autoriza la más atroz.

[1] Testimonio ante el Judiciary Committee del Senado de los Estados Unidos, de fecha 27 de septiembre de 2018. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=eD8MlhOosEk
[2] Ronan Farrow y Jane Mayer, “Senate Democrats Investigate a New Allegation of Sexual Misconduct, from Brett Kavanaugh’s College Years”, The New Yorker, 23 de septiembre de 2018. Disponible en https://www.newyorker.com/news/news-desk/senate-democrats-investigate-a-new-allegation-of-sexual-misconduct-from-the-supreme-court-nominee-brett-kavanaughs-college-years-deborah-ramirez.
[3] Steve Eder, Jim Rutenberg y Rebecca R. Ruiz, “Julie Swetnick is third woman to accuse Brett Kavanaugh of sexual misconduct”, The New York Times, 25 de septiembre de 2018. Disponible en https://www.nytimes.com/2018/09/26/us/politics/julie-swetnick-avenatti-kavenaugh.html
[4] La Suprema Corte de los Estados Unidos actualmente tiene ocho miembros. Cuatro de ellos fueron nominados por presidentes republicanos: Clarence Thomas (nominado por George H.W. Bush), John Roberts, Samuel Alito (ambos nominados por George W. Bush) y Neil Gorsuch (nominado por Donald J. Trump). Cuatro de ellos fueron nominados por presidentes demócratas: Ruth Bader Ginsburg, Steven Breyer (ambos nominados por William Clinton), Sonia Sotomayor y Elena Kagan (ambas nominadas por Barack Obama).
[5] De acuerdo con cifras del INEGI, en México 66.1% de las mujeres de 15 años o más ha enfrentado violencia alguna vez en su vida. Del total de mujeres que han experimentado violencia física y/o sexual, solo el 9.4% presentó una queja o denunció ante alguna autoridad y 2.2% sólo solicitó apoyo a alguna institución. http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/boletines/2017/endireh/endireh2017_08.pdf
[6] Video disponible en https://thehill.com/homenews/senate/407927-gop-women-issue-strong-defense-of-kavanaugh
[7] Caso González y otras (“Campo Algodonero”) contra México ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
[8] Caso Valentina Rosendo Cantú y otra contra México ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
[9] Caso Paulina del Carmen Ramírez Jacinto contra México ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

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