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**AUTOR: VÍCTOR PÉREZ COBOS

¡No están solos! (como si fuera cierto) fue el grito recurrente en la marcha de la flores hace casi dos años en Bogotá. Los y las marchantes, víctimas del conflicto que vinieron de todo el país, recibían flores blancas de manos de estudiantes con la escalofriante dignidad en su mirada y el caminar que les caracteriza. Sonreían. Gracias por su fuerza, le dije a una mujer indígena de piel curtida. Marchamos por ustedes, dijo ella. Cómo no estremecerse.
Desde Bogotá voté por Andrés Manuel y celebré su victoria. Particularmente me ha emocionado a lo lejos (aunque también me ha llenado de dudas) la reiterada mención por la reconciliación nacional. Suena lindo, pero ¿sabremos realmente lo que implica o solo es una palabra políticamente sexy?
La Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá presentó recientemente los resultados de un valioso ejercicio de fotografía participativa, para identificar qué significa la reconciliación en las regiones más afectadas por el conflicto armado colombiano[1]. Con cámara en mano, quienes han sufrido más directamente la violencia, aportaron sus definiciones de reconciliación con una imagen. Entre las conclusiones se identificó que los y las participantes entienden la reconciliación a partir de ocho categorías: acciones; actitudes; estrategias; actores; emociones y sentimientos; relación con el medio ambiente; relación con el territorio y su historia, y valores.
México puede verse en este espejo, ante tantas comprensiones de la reconciliación, creo necesario que lo que pareciera será una política de Estado comience a tomar forma. Vaya, que no nos la vendan como esa utópica postal de Los Simpson en donde nos tomamos de las manos y saltamos en círculos cantando kumbayá.
A pesar de lo difusa que puede resultar la definición de la reconciliación, creo que se pueden delimitar ciertas pautas de su contenido, de tal forma que evitemos quedarnos con una figura vacía y sin aplicación práctica.
Conceptualmente, la reconciliación puede entenderse como la (re)construcción de relaciones dañadas por algún tipo de violencia, mediante el trabajo del pasado, que garantice la no repetición de la misma. Sin embargo, quienes le saben, resaltan un montón de matices que vale la pena rescatar. Acá van algunos.
Implica trabajar el pasado. El objetivo principal de la reconciliación consiste en la integración y aceptación del pasado doloroso y la necesidad de compartir un futuro[2]. Por tanto, puede entenderse como una herramienta para prevenir que se utilice el pasado como semilla de un nuevo conflicto[3]. Theidon sugiere que implica el reemplazo de las memorias antagónicas por memorias de los lazos sociales previos, así como la sustitución de la imagen de la historia reciente de violencia por la imagen de las normas que condenan el hecho victimizante[4].
Puede traducirse en esquemas normativos concretos. Garrido-Rodríguez sostiene que la reconciliación apunta a la elaboración de reglas, formales e informales, por medio de las cuales se puedan desvirtuar las dinámicas violentas y se contribuya a la construcción de relaciones sociales[5]. En dichos términos, la reconciliación es un problema de naturaleza política, en la medida en la que busca “crear instituciones para hacer posible la cohabitación de individuos [o grupos] con intereses contrarios o excluyentes dentro de un determinado grupo social”.
También opera para las relaciones que no existían antes de la violencia. Es un mecanismo para reconstruir relaciones que se rompieron a causa de la guerra o la violencia política, pero también aplica para la construcción de nuevos espacios y relaciones que anteriormente no existían[6].
Implica encontrar maneras de coexistir sin violencia. La reconciliación implica encontrar maneras de convivir o coexistir con antiguos enemigos en sociedad, de tal forma que ambos sujetos se vean beneficiados, por encima de continuar la separación[7]. Ojo, no significa que no vendrán nuevos conflictos, sino que un proceso de reconciliación exitoso logrará que a pesar de los conflictos, seamos capaces de tratarlos sin violencia.
Opera en distintas dimensiones. Las relaciones dañadas no se limitan a las interpersonales. También pueden verse afectadas relaciones con grupos sociales o con instituciones políticas.
Esto implica que un sujeto victimizado puede reconciliarse 1) con otro individuo, 2) con un colectivo o 3) con el mismo Estado (y sus instituciones).
Así como el sujeto victimario puede presentarse (por lo menos) en tres formas, el sujeto victimizado también. Por ejemplo, como se muestra a continuación, un colectivo social también puede emprender procesos de reconciliación con determinados individuos a los cuales les atribuye hechos victimizantes, así como frente a otros colectivos o la misma institucionalidad del Estado.
En estos términos, cada proceso de reconciliación se construye y desarrolla distinto, dependiendo de los sujetos involucrados en la relación en particular que se busque enmendar o reparar[8].
Hay mucho más para rascarle a la reconciliación como herramienta de pacificación. Acá solo abordé 5 puntos que me parecen relevantes para que no se pierda la oportunidad de construir procesos valiosos, ahora que está en el centro del discurso político.
Hay personas que no han sufrido directamente la violencia de una absurda guerra. Nosotros también requerimos reconciliarnos. Con personas, con grupos, con el Estado. No es que en México no existan ya variados y valiosísimos procesos de reconciliación. No nos caería mal mayor comprensión e institucionalidad para multiplicarlos y fortalecerlos.
Necesitamos más flores blancas para mujeres indígenas de piel curtida marchando por nosotros. Necesitamos estremecernos.
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[1] El proyecto implicó la realización de talleres de fotografía participativa en diez municipios, priorizados por su índice de incidencia del conflicto. Contaron con un total de 227 personas participantes, entre las que se cuentan niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres, personas con identidades de género diversas, mestizos, afrocolombianos e indígenas, así como personas con discapacidad. Véase: Caras de la Reconciliación. Pontificia Universidad Javeriana, Editorial La Oveja Negra, noviembre, 2017.
[2] LEDERACH J. P. Building Peace. Sustainable Reconciliation in Divided Societies, Unites States Institute of Peace, 1997, Washington D.C. Citado en: Loizides, N., Kovras, I. & Ireton, K. Introduction: Federalism, Reconciliation, and PowerSharing in Post-Conflict Societies. Federal Governance, vol. 8 no. 2, 2010, pp. 1-14. Disponible en línea: [http://ojs.library.queensu.ca/index.php/fedgov/article/view/4373/4391].
[3] HUYSE, L. Reconciliation: Theory and Practice, in eds G. Kelly and B. Hamber Reconciliation. Rhetoric or Relevant? Democratic Dialogue, Belfast, 2005, pp.7-13. Citado en: Ob. Cit. Loizides, N., Kovras, et. al.
[4] THEIDON, Kimberly. Entre prójimos: el conflicto armado interno y la política de la reconciliación en el Perú. IEP lnstituto de Estudios Peruanos, agosto 2004, p. 215. Disponible en línea: [http://repositorio.iep.org.pe/bitstream/IEP/100/1/theidon_entreprojimos.pdf].
[5] GARRIDO-RODRÍGUEZ, Evelyn. El perdón en procesos de reconciliación: el mecanismo micropolítico del aprendizaje para la convivencia. Pap. Polít. Bogotá (Colombia), Vol. 13, No. 1, 123-167, enero-junio 2008, p. 126. Disponible en línea: [http://www.scielo.org.co/pdf/papel/v13n1/v13n1a05].
[6] BERISTAIN, Carlos. Actas del V Congreso Internacional de Museos por la Paz Gernika-Lumo 1-7 de mayo de 2005, Reconciliación: Desafíos Y Experiencias, 150-151, p. 150.
[7] Reconciliation After Violent Conflict A Handbook. International Institute for Democracy and Electoral Assistance, 2003. Disponible en línea: [http://www.idea.int/publications/reconciliation/upload/reconciliation_full.pdf].
[8] Radzik, L., Murphy, C. Reconciliation. Stanford Encyclopedia of Philosophy, The Metaphysics Research Lab Center for the Study of Language and Information Stanford University, 2015.

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