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De entrada, el término me gusta. Las razones del próximo gobierno para mudar 27 secretarías federales a distintos estados del país son “cambiar el exacerbado centralismo, hacer más eficientes trámites de gestión y reactivar economía y empleo en distintas comunidades.” De acuerdo. El centralismo (y el presidencialismo) han evitado que comprendamos la diversidad del contexto del país y tampoco permiten a las dependencias conocer de primera mano las necesidades de su quehacer. Por otro lado, restan relevancia a buenos proyectos a nivel local que podrían servir como referentes, y sobretodo implica que quienes viven fuera de la capital estén fuera de la jugada nacional, tan solo por la distancia.
La propuesta incluye mover la Secretaría de Turismo a Chetumal, Medio Ambiente a Mérida, Pemex a Ciudad del Carmen, Energía a Villahermosa, Desarrollo Social a Oaxaca, Educación a Puebla, Economía a Monterrey, Ganadería a Guadalajara y Aduanas a Nuevo Laredo. Presidencia, Gobernación, Hacienda, Relaciones Exteriores, Defensa y Marina se quedarían en la Ciudad de México.
La lógica es acercar las dependencias federales a las regiones donde ocurre su principal actividad. Esto implica que familias se muden y que se altere el sector inmobiliario tanto de la CDMX como de estos estados, entre otras cosas. No me parece tan grave, tomando en cuenta que los beneficios podrían ser mayores. Para quienes creemos en la importancia de la política pública a nivel local, esto es una buena noticia.
La semana pasada, el diario Reforma publicó un cálculo de lo que costaría al país esta propuesta: 21 mil millones de pesos al año durante el sexenio. La inversión será principalmente pública pero contará con aportaciones privadas para infraestructura. A bote pronto, y para un gobierno que pretende ser austero, esto podría sonar a recursos a fondo perdido. Discrepo. En estos tiempos en los que hemos perdido la brújula del gasto, esto podría ser una inversión a largo plazo que propicie proyectos de colaboración a nivel regional entre los tres niveles de gobierno y que esto cueste menos.
Algunos expertos han señalado que la medida es demasiado obvia. Me pregunto si no será momento de intentar proyectos ambiciosos que, aunque parezcan ingenuos, podrían resultar en cambios positivos para la vida del país.

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