Por Lenny López *
Con motivo de los 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, líder revolucionario y símbolo de la lucha agraria en México, el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró Emiliano. Zapata después de Zapata, un recorrido por la evolución iconográfica del llamado Caudillo del Sur. Una de las piezas es, sin embargo, motivo de polémica al retratar al revolucionario desnudo, entaconado y femenino sobre un caballo con el pene erecto.
El óleo llamado La revolución del artista Fabián Cháirez y que ahora se ha viralizado como “El zapata gay” desató el enojo de la UNTA (Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas) que irrumpió este martes las puertas de Bellas Artes pidiendo quemarlo; hubo incluso enfrentamientos con activistas de la comunidad LGBT. Por su parte el museo, y el propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, han defendido el derecho a la libre expresión y se mantienen firmes en dejar la pieza hasta que concluya la exposición en febrero.
El nieto de Emiliano Zapata, Jorge Zapata, se sumó a la indignación amenazando con demandar tanto a Cháirez como al museo por ‘denigrar’ la imagen de su abuelo. Las respuestas a favor y en contra proliferan en las redes sociales e incluso se ha convocado, por parte de la comunidad LGBT, a varias protestas en apoyo a Fabián Cháirez en la explanada de Bellas Artes bajo el título de Si Zapata viviera !En tacones anduviera!
El repudio a un Zapata femenino es claramente discurso de odio. Al final es una batalla entre masculinidades, que sirve de recordatorio del estado de las cosas: el machismo moviliza gente y la Ciudad de México no es incluyente como se pinta. No obstante, el escándalo ha generado que se hable de la homofobia, misoginia y machismo en los medios masivos de comunicación y que el “Zapata gay” se vuelva un símbolo de disidencia y rebeldía. Eso no hay como echarlo para atrás.
Hasta ahora la pelea de los Zapatas ha sido entre campesinos y la comunidad lgbt ( mayoritariamente gay) de la capital; sin embargo, este antagonismo dificulta notar que el enemigo común es el Estado y el capital. Son estos quienes ha reprimido y reprimen a ambos grupos todos los días. Y si bien se trata de una exposición de arte, nada que venga de las instituciones es inocente. El gobierno es experto en glorificar los héroes del pasado, ya sean pueblos indígenas o revolucionarios, mientras mantiene en la exclusión a los del presente.
De todo este alboroto el museo y el presidente se muestran como los progres salvaguardas de la libertad, Fabían Cháirez como la víctima y los campesinos (e indignados) como los malos ¿Es así de fácil? Si bien la gestión de Bellas Artes ha sido ejemplar, los megaproyectos en el sureste del país y los tintes religiosos que está tomando la administración actual no son ni a favor de las personas que viven en zonas rurales, ni de las disidencias sexuales. Benefician, mayoritariamente, al capital y a la agenda conservadora.
La víctima no es el artista, la víctima del machismo somos todxs y aunque no nos guste aceptarlo, los machos también. Si algo Fabían Cháirez es más bien el ganador pues su trabajo se dio a conocer y ahora subirá igualmente su precio. Sin mencionar que su obra no necesariamente retrata su experiencia de vida, son más bien inquietudes personales. Como él mismo ha dicho: “Siempre puedes encontrar algo interesante en los marginados”.
¿Y los campesinos? ¿Realmente es solamente una horda de gente violenta? ¿Unos nacos? ¿La Revolución no lo fue? ¿El TLC no lo fue? Lo cierto es que para nadie Zapata es tan importante hoy como para ellos. No se justifica su homofobia, pero no podemos dejar de lado que también han sido víctimas estructuralmente ¿Es utópico que entiendan que un Zapata femenino, dócil y sensual es igual de digno que ellos? ¿Es utópica una critica al movimiento campesino sin sentimientos racistas y clasistas de por medio?
Irónicamente esos personajes que Cháirez busca visibilizar: hombres rurales, indígenas y de clases populares que además desafían la masculinidad son de quienes no sabemos nada. Porque existen, algunos con vidas ocultas, otros declarados, pero no sabemos ni quienes son, ni como se llaman, ni qué piensan de todo esto, ni si les afectó, ni si se sienten representados por el “Zapata gay”, ni si les interesa.
¿Y quién dice que los jotos, lenchas, bisexuales, no-binaries, trans, asexuales no defienden hoy el territorio? Porque sí, sí lo hacen.
*Integrante del colectivo Prietologías