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AUTOR: DANIEL VÁZQUEZ

1948 fue un año importante para los derechos humanos. Se firmaron la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
Hay avances. Los sistemas universal e interamericano han tenido un amplio desarrollo de tratados, órganos de exigibilidad, relatores y grupos de trabajo que dan un mayor seguimiento a lo que sucede en los países. Además, los derechos humanos han logrado consagrarse en parte del discurso hegemónico de todos los gobiernos. Ningún gobernante que quiera ser aceptado en el ámbito internacional dirá, abiertamente, que viola los derechos humanos de las personas que se encuentran al interior de sus fronteras.
No obstante, aún hay muchos pendientes y retos. Hagamos una rápida enumeración.
Si bien los derechos humanos son un discurso hegemónico, esto no ha generado un mayor ejercicio de derechos de las personas. El contenido del discurso de los derechos humanos corre el riesgo de banalizarse. Los gobiernos dicen apropiarse del discurso, pero en realidad niegan lo que sucede al interior de sus fronteras y simulan soluciones y medidas de derechos. Vaya: generan políticas, acciones de gobierno o mantienen omisiones que son contrarias a los derechos humanos; hacen programas de política pública que después no cumplen; o logran piruetas y generan conceptos como “seguridad democrática” en la Colombia de Álvaro Uribe para violentar derechos.
Los patrones de las violaciones a los derechos humanos también han cambiado en estos 70 años. Las violaciones ya no se cometen en dictaduras, sino en gobierno democráticos que no tienen controles adecuados, donde prácticamente no existe el Estado democrático de derecho. Los perpetuadores ya no son sólo entes estatales, sino complejas redes de macrocriminalidad integradas por empresas, por la clase política y por el crimen organizado o grupos paramilitares. La presencia del gobierno en esas redes genera una demanda explícita de impunidad. No es sólo que los gobiernos no investiguen, por el contrario, actúan, hacen lo que sea necesario para perpetuar las violaciones a derechos humanos y mantenerlas en impunidad. La responsabilidad de derechos humanos ya no es sólo estatal, es necesario contemplar a esos otros actores privados.
Pero lo más grave es la apariencia de que lejos ha quedado el recuerdo de ese 1948. Es sabido que la emisión de esos tres documentos es la respuesta a la barbarie fascista. Hoy el recuerdo es tenue, nos lo dicen victorias electorales como la de Trump en EUA, Orban en Hungría, o de Bolsonaro en Brasil; el avance de Le Pen en Francia, del Partido del Pueblo Danés en Dinamarca, de Amanecer Dorado en Grecia, de Ataque en Bulgaria, y la reciente aparición de VOX en España, en lo que durante 40 años fue el bastión de izquierda: Andalucía. Estos partidos no son de derecha, sino neofascistas, tienen un discurso antiderechos. Buscan empeorar los contextos de opresión de grupos que ya se encuentran en situación de vulnerabilidad: mujeres, migrantes, personas lésbico-gays, por mencionar algunos.
A 70 años de los documentos fundantes de los derechos humanos, el principal reto es recordar. El principal reto es traer de nuevo a la memoria de las generaciones más jóvenes que disfrazarse de nazi no es una moda, sino una posición ideológica y acciones gubernamentales que costaron millones de vida y mucho sufrimineto. Es hacer resonar de nuevo esas palabras que hoy resultan fundamentales … ¡NUNCA MÁS!

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