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En su primera sesión ordinaria, el Senado de la República nos dejó una lección que no debemos olvidar: la gestión cotidiana de la política es la administración de intereses. “La Patria es Primero” es un recordatorio que encabeza los trabajos de la cámara alta, pero parece que no es más que un simple ornamento.
El de ayer fue un espectáculo que rayó entre lo kafkiano, lo absurdo y lo ridículo. A Martí Batres, el Presidente de la Mesa Directiva, lo madrugaron. En un primer momento, pareció que se trataría de un mero trámite de votación económica. Después de leer la solicitud de licencia de Manuel Velasco, la Senadora de Morena Blanca Estela Piña Gudiño dijo desde tribuna:

No podemos seguir permitiendo que las leyes se modifiquen para el beneficio de grupos políticos y de poder. Las modificaciones aprobadas en Chiapas representan un nuevo exceso en contra de la ciudadanía, ya que dichas reformas se hacen como un traje a la medida para beneficiar a Manuel Velasco Coello.
Esto también es una muestra de que no se ha terminado de entender la voluntad del pueblo de México, la cual quedó de manifiesto el pasado 1º de julio en el sentido de construir nuevas prácticas en la política para que la orientación de todas nuestras acciones sean en el bienestar de la población y no de los políticos en turno.
Es por eso que mi voto ante esta petición es rotundamente en contra, porque soy consciente de que esta acción es una muestra de las viejas prácticas que arrastran los políticos de siempre, los cuales se niegan a modificar sus acciones para estar a la altura de lo que el pueblo exige de nosotros.
Es cuanto.

Lo dicho por ella es el punto central de la discusión sobre la licencia de Manuel Velasco como Senador de la República: las viejas prácticas que arrastran los políticos de siempre. Así, al parecer esas palabras, junto con las de Xóchitl Gálvez, calaron en el Pleno, porque en la primera votación el Senado rechazó la solicitud de licencia.
Manuel Velasco, como niño regañado, dijo que respetaba la decisión de sus compañeros los senadores. Pero al parecer, no lo respetó tanto y podemos imaginar que hizo un par de llamadas, habló con los coordinadores de los grupos parlamentarios y su gestión fue exitosa. Horas después, la Junta de Coordinación Política solicitó a la Mesa Directiva que sometiera de nueva cuenta la solicitud de licencia al Pleno.
El Pleno es el máximo órgano de decisión del Senado, por lo que el Presidente de la Mesa Directiva sometió a su consideración si se aprobaba la modificación del orden del día (que es el primer punto que se aprueba en cualquier sesión), para incorporar por segunda ocasión la solicitud de licencia de Manuel Velasco. Aprobada que fue, el hoy licenciado, dijo con humildad desde su escaño:

Yo nada más, agradecer a la Asamblea y dejar muy en claro que siempre voy a ser muy respetuoso de todas las determinaciones que se establezcan aquí en la Asamblea.
Lo que sí considero es que es un derecho de cada una y de cada uno de los Senadores poder solicitar licencia a este Pleno, no creo que vaya a ser ni la primera ni la última vez que una Senadora o un Senador de la República acuda a este Pleno a solicitar licencia.
Muchas gracias, por su atención.

La discusión en el Pleno giró en torno a si Manuel Velasco tenía derecho a solicitar licencia y que esta le fuera concedida. No es un debate absurdo, porque se enfrentan dos disposiciones constitucionales. La norma establecida en el artículo 125 que prevé que ninguna persona podrá desempeñar dos cargos de elección popular al mismo tiempo, frente a lo que dispone el artículo 62 de la Constitución, que indica que los senadores o diputados no podrán desempeñar ningún otro cargo por el que se disfrute sueldo, salvo que obtengan licencia previa de la Cámara respectiva.
Si se trata de un derecho, entonces no tendría por qué se aprobado por el Pleno de la Cámara correspondiente, sino debería tratarse de un mero trámite administrativo. Es un derecho solicitarlo, sí, pero no es una obligación conceder la licencia. Hay un ascendente democrático en el otorgamiento de la licencia y es por ello que la asamblea debe decidir si la otorga o no.
El caso es que se otorgó la licencia y ahí está el primer día de sesiones ordinarias del Senado de la República dándonos una muestra clara de que en México, incluso en el de la cuarta transformación, los intereses van por encima de la Patria. No importa si Manuel Velasco ha sido un pésimo gobernador (ver el Semáforo Económico de Chiapas, del proyecto México ¿cómo vamos?) o si se reformó la Constitución estatal solo para el propósito de cumplir el deseo de Manuel Velasco para concluir su gestión.
El punto es, como dijo la Senadora Piña, que seguimos con las viejas prácticas de los políticos de siempre. Es la forma y es el fondo.

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