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AUTORA: KARLA GÓNGORA*

Una sociedad educada e informada escucha, retroalimenta, deja ser, ignora o comparte las opiniones de alguien más, pero no las ataca.
Vivimos en un país que dice promover la tolerancia, donde se habla mucho de inclusión, de diversidad, de nuevas oportunidades. Un país que se dice progresista y en una lucha constante de darle voz a las y los más vulnerables.
Pero ¿es esto verdad?
En este mundo hay dos tipos de personas y en eso México no es distinto: quienes opinan como si se hubieran leído todos los artículos habidos y por haber, rastreado las noticias y haber hecho una investigación exhaustiva. Y, por otro lado, quienes, sin información y basándose en pura preferencia personal, opinan. En cualquier caso, lo que ambos tienen en común es que piensan tener la verdad absoluta. Esto es especialmente grave cuando alguno de estos sujetos tiene poder para elevar sus preferencias o creencias a leyes de un estado o un país.
Poniendo el tema del aborto sobre la mesa, y porque soy de Nuevo León, y porque es lo de hoy, se opina de él como si la pregunta fuera: ¿quieres ir al cine, sí o no?
No me gusta cuando a las mujeres se nos cataloga como “un sector vulnerable”, pero, ciertamente lo es desde el momento en que deciden por nosotras y se pasa por alto el “dar voz a las y los más vulnerables”.
El aborto no se trata de darnos voz o darnos “permiso”, se trata de garantizar un derecho a las mujeres y poner bajo su propia jurisdicción las decisiones sobre su cuerpo.
El debate de si estás a favor de la acción o no, o si se te hace correcto o incorrecto, si es pecado o no pecado está mal planteado. Porque legal o ilegal, pecado o no, las mujeres abortan, punto. Quienes tienen dinero se van a otro estado y quienes no lo tienen ponen en riesgo su vida. Y creo que es importante mencionar que, legal o no legal, no es de fácil acceso.
Eliminar la criminalización de las mujeres que abortan no intenta cambiar la opinión, religión, creencia, moral, ni nada de nadie. Lo que se intenta cambiar son las condiciones para que quienes lo decidan puedan hacerlo y lo hagan de manera segura, informada, consciente, y por supuesto, acompañada.
Cualquier razón que motive a una mujer a realizarse un aborto o tener un bebé, bajo las creencias que ella quiera, no necesariamente es lo correcto o incorrecto para otra mujer y mucho menos para un hombre. Simplemente es una decisión tomada desde su contexto y posibilidades.
Gracias a todas esas mujeres que han luchado y marcado la historia para que nuestra generación pueda dejar las faldas o no y usar pantalones, votar, estudiar, trabajar, ocupar altos puestos, exigir buenos sueldos, hacer deporte, tatuarse el cuerpo, ir a cualquier lugar, libertad para elegir pareja, tener participación política e igualdad de oportunidades. Todo esto deberíamos verlo como algo natural y no “normal”, pero la lucha que toca en este siglo XXI es distinta y no dejará de haber tarea para las generaciones siguientes.

* Consultora de campañas y comunicación estratégica de Creatura, Critical Thinking Advocates

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