Por Adriana Muro
Así concluye Carlos Beristaín el prólogo del informe Yo solo quería que amaneciera un ejercicio único en el país de construido por FUNDAR para visibilizar los impactos psicosociales derivados de las graves violaciones a derechos humanos cometidas en el caso Ayotzinapa y la impunidad en las que éstas se encuentran.
Como se señaló en la presentación del informe, más que un recuento de agravios es un trabajo artesanal, un tejido de palabras, dibujos y sentimientos de niñas, niños y adultos, un ejemplo de organización y amor. Es el reconocimiento de las víctimas como sujetos políticos de su propio proceso de justicia.
El informe es un auténtico ejercicio de escucha que, por un lado, acompaña a cada víctima desde un propia perspectiva de dolor y dignidad y, por el otro, evidencia la urgencia de crear memoria colectiva en nuestro país.
Este trabajo multidisciplinario también tiene un carácter solidario, ya que no se limitó a la desaparición de los 43 estudiantes, también incluyó a los sobrevivientes de esa noche trágica en Iguala y las consecuencias del dolor postraumático. Asimismo, sirvió como puente para documentar una experiencia masiva de duelo congelado que experimentan otros colectivos de familiares de personas desaparecidas a lo largo del país al no tener certeza de la pérdida de sus seres queridos.
Esta iniciativa surge de una recomendación expresa de los informes del GIEI (Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes) para sentar las bases de planes de atención y reparación integral del daño a las víctimas y para dar una justa dimensión de el significado de la reparación integral. Como señaló Mario Patrón, este trabajo es un hito en México sobre la importancia de desentrañar el antes y el después de las graves violaciones a derechos humanos que suceden en nuestro país, las respuestas que no da el Estado y las consecuencias traumáticas de dicha incompetencia.
La responsabilidad del gobierno de Enrique Peña Nieto del dolor e incertidumbre de las víctimas cobra cada vez más fuerza, no solo por retirar al GIEI del país a pesar de ser el puente de confianza entre familiares y Estado, sino por el deterioro de la confianza, la prevalencia de la mentira histórica y la revictimización al pretender callar el dolor alistando la chequera. Hoy a meses de terminar el sexenio, el gobierno insiste en administrar políticamente la verdad, proteger a sus redes, encubrir a sus funcionarios y utilizar la tortura para mantener su mentira histórica como fue documentando recientemente por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en México. Una vez más, deja pasar la oportunidad de construir una política pública que permita hacer frente a la crisis de derechos .
Finalmente, como sociedad me parece que la lectura del informe es una invitación de reconocernos en el otro, en la otra, de mantener vivas las preguntas, una herramienta de exigencia al próximo gobierno y una prueba documental de la violencia extrema en la que vivimos.
Descarga el informe aquí
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