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En Veracruz, en un cementerio clandestino, la semana pasada las autoridades exhumaron 174 cráneos. En ese estado (donde nací, crecí y tengo a los míos), se sabe de la existencia de 40 campos llenos de fosas, y en dos años, tan solo en dos de ellos, han encontrado los restos de 315 personas. Entre los hallazgos hay, incluso, ropas de niños y bebes. Todo está jodido. Muy jodido.
315 vidas, de las que solo en 16 casos se ha podido reconocer a las personas con nombre y apellido. Frente a la barbarie y al silencio como explicación, tenemos que encontrar otras formas para hacer recuentos de este horror, por ejemplo:
Por siglos… si pensamos en los que acumulan las horas que sus familiares han vivido en angustia.
Por número de vueltas al país… si sumamos los pasos desesperados de sus madres en diligencias y búsquedas.
Por millares de palabras… si compendiamos las que de forma intimidante los ministerios públicos usaron para impedir investigaciones. O por millones… si la cuenta se hace de las excusas estúpidas que les dieron.
Por camionadas de tierra… si juntamos la que buscándolos sus familias han removido usando sus propias manos, sus dedos, sus uñas.
Por toneladas… si llevamos a pesar los papeles inútiles en los que la policía registró sus mentiras.
Por metros de tela… si juntamos los uniformes de policías, soldados y marinos involucrados.
Por alcancías llenas… si recuperáramos todos las extorsiones que arruinaron a las familias más pobres.
Por barriles de tinta… si registramos la que abogados indecentes usaron en escritos sin provecho.
Por hectáreas… si calculamos los espacios que ocupó en la prensa el elogio contratado por gobernantes, en lugar de la noticia de las desapariciones.
Por elasticidad… si es que al cinismo y descaro de quienes han sido fiscales nos reducimos.
Por escasez… si inventariamos la solidaridad social. O por extensión… si nos atenemos a la desidia colectiva.
Por brevedad… si nos sujetamos a la ética o a la moral de las autoridades.
Por contundencia… si es para referirnos al desahucio de la política como opción frente a la tragedia.
Por lo irritante… del periodismo que permite que se diga nada.
Por lo infecundo… de las leyes.  O por la perfidia… en su aplicación.
Por noches… fallidas.
Por futuros… ineptos.
Por sábados… toscos. O domingos… imposibles.
Por lo incombustible… del dolor.
Por litros… si pensamos en bilis. O por tinacos… si lo hacemos en lágrimas.
Necesitamos otras formas que sirvan para denunciar y abrazarnos.

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