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Por Christian Aurora Mendoza

Con todo respeto y cariño a la batalla que por diez años han dado madres, padres, niños y niñas víctimas de la tragedia de la Guardería ABC, y en memoria de aquellos a quienes mató la corrupción de las más altas esferas políticas de México.

Llegamos una vez más al 5 de junio. Diez años han pasado ya desde la tragedia de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, en donde 49 niñas y niños murieron, y decenas quedaron con secuelas a causa de un incendio de dudoso origen. Seguimos sin justicia y sin garantías de no repetición.
Muchas personas conocen la lucha de las familias contra la impunidad, pero son menos las que conocen su incansable lucha contra la desigualdad estructural. Este tema Patricia Duarte (@MADREABC), mamá de Andrés Alonso, nos lo recuerda así: “A ell@s no los mató el humo y el fuego, los mató la corrupción y el régimen fallido en el que estamos (…) desde que se diseñó y se hizo crecer exponencialmente el sistema de subrogación [de guarderías del Seguro Social].”

Las instituciones han configurado los servicios de cuidado bajo el supuesto de que son una cuestión femenina

El acceso a guarderías ha sido una demanda del movimiento feminista desde hace más de cinco décadas, basada en las condiciones de desigualdad -en acceso y disfrute a múltiples derechos- que enfrentan las mujeres al ser, por cultura de género, las principales responsables del cuidado de los y las hijas. De hecho, las encuestas nacionales nos dicen que las mujeres realizan más del 70% del total del trabajo de cuidados no remunerado dentro de los hogares mexicanos.
El ser madre y organizar el cuidado de los hijos e hijas se ha convertido cada vez en un reto mayor. Según el informe 51% una agenda para la igualdad, presentado por EQUIS, GIRE y el ILSB, en México sólo el 34% de las trabajadoras mexicanas están afiliadas al IMSS y el 6% al ISSSTE, por lo tanto, sólo el 40% cuenta con guarderías por participar en el mercado de trabajo formal; sólo excepcionalmente tienen acceso a esta prestación los padres trabajadores, si son viudos o divorciados en ejercicio de la custodia de sus hijos y que no se han vuelto a casar o que no tienen condiciones para proporcionar cuidados. Estas regulaciones reproducen la idea de que las responsabilidades de cuidado les corresponden principalmente a las mujeres. Para quienes se emplean en el trabajo informal existen programas de Estancias Infantiles con alcances muy restringidos, vinculados a la condición laboral y también al estado civil de quien solicita el servicio.
Si bien llevar a tu hijo o hija a una guardería no resuelve todas sus necesidades de cuidado, sí representa un elemento que permite distribuir ese trabajo para poder atender los otros muchos trabajos que las madres y las familias necesitan hacer para sostener su vida, su economía y su desarrollo.

Servicios insuficientes, deficientes y poco accesibles

Sabemos que estas instituciones públicas no tienen la cobertura necesaria. Hay una alta demanda insatisfecha de servicios de cuidado infantil, condiciones familiares y exigencias laborales cada vez más complejas que incrementan la dificultad de satisfacer las necesidades de bebés, niños y niñas. Tenemos contextos de cuidados deficientes y madres –y abuelas- exhaustas y enfermas que exprimen lo más que pueden su tiempo y dinero.
La oferta insuficiente y la baja calidad de servicios de cuidado ha resultado conveniente para promover su privatización y hacer de los cuidados un negocio. Esto ha traido una de las desigualdades primarias marcada en edades más tempranas entre las personas: tener acceso o no a cuidados de calidad durante las primeras etapas del crecimiento. Lo extremo es que, en México, la diferencia en el acceso a distintos niveles de calidad de cuidados infantiles puede llegar a significar la muerte.
Julio César Márquez (@juliomarquezABC) ha documentado desde 2009 -después de la tragedia de la Guardería ABC en donde murió su hijo “Yeyé”-, a partir de notas periodísticas al menos 67 decesos de niños y niñas en guarderías mexicanas. Según su análisis, el 76% de ellos ha sido por broncoaspiración lo que puede denotar deficiencia en las capacitaciones de las personas a cargo de los grupos de infantes.
La alta demanda en combinación con la baja calidad y riesgos a prestación de servicios de cuidado infantil –públicos, privados, o mixtos bajo la figura de subrogación- tienen el potencial efecto de justificar el regreso de toda la responsabilidad de los cuidados infantiles a los hogares, pues en nuestro imaginario social y de género: en ningún lugar se puede cuidar mejor que en casa, y ninguna persona puede cuidar mejor que mamá.
¡Hay que tener cuidado con esta trampa!
Primero, porque libera de responsabilidades al Estado y al sector empleador que debe contribuir a las prestaciones laborales. Segundo, porque la evidencia nos dice que no todos los hogares son armónicos ni tienen buenas condiciones para cuidar. Y, tercero, porque nuestra preocupación debe estar puesta en que todos los niños y todas las niñas sin distinción tengan acceso a cuidados y asegurarnos que ser madre y cuidar de tus hijos no constituya un factor de desigualdad y empobrecimiento. Como dice María Jesús Izquierdo (2018) “El cuidado de las personas no es una cuestión femenina, sino una cuestión democrática. La democracia está inexcusablemente unida a la socialización del cuidado.”

Exigir la responsabilidad de cuidados del Estado bajo un nuevo paradigma

La demanda de acceso a guarderías para las mujeres se ha transformado en la demanda de socializar los cuidados. Este paradigma se fundamenta en la realidad de que las personas no somos autosuficientes y necesitamos unas de otras para cuidarnos, en contraposición a la idea de autosufiencia que nos exige el mercado de trabajo.
Pero en este contexto particular, ¿qué responsabilidades le tocan a las Instituciones del Estado?
El informe 51% una agenda para la Igualdad propone favorecer la corresponsabilidad de cuidados entre hombres y mujeres y que el Estado y el sector privado aumenten sus funciones en esta tarea, como ampliar licencias de maternidad, paternidad y brindar acceso a servicios de guarderías a madres y padres independientemente de la derechohabiencia.
Particularmente sobre servicios de cuidado infantil, gracias a la lucha de un grupo de madres y padres víctimas de la tragedia de la Guardería ABC, existe la Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil (Ley 5 de junio), que norma la prestación de estos servicios sobre todos los niveles de gobierno, particularmente rige sobre los estándares de calidad y seguridad, así como de su fortalecimiento y mejoramiento.
En resumen, le toca actuar para evitar nuevas tragedias, incrementar el acceso a los cuidados y al desarrollo infantil con calidad y con ello contribuir a reducir las brechas de desigualdad.
Es increíble cómo, más allá de su tragedia, las madres y los padres han luchado por garantías de no-repetición y por dar un golpe a las desigualdades estructurales de las que han sido víctimas. Nos toca no tirar la toalla, colocar a los cuidados como un tema central en nuestras sociedades y exigir la corresponsabilidad de las instituciones del Estado y del sector empleador en esta tarea de democratizarlos. Esto no es un asunto solo de víctimas, no fallemos.
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Referencias:

  • Informe 51% una agenda para la Igualdad (2018). GIRE, Equis, ILSB.
  • Durán María Ángeles (2018), “Alternativas metodológicas en la investigación sobre el cuidado” en El Trabajo de Cuidados: Una cuestión de derechos humanos y políticas públicas. ONU Mujeres, México.
  • Izquierdo, María Jesús (2018) “Consideraciones recientes del debate sobre cuidados” en El Trabajo de Cuidados: Una cuestión de derechos humanos y políticas públicas. ONU Mujeres, México.

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