Ignacio Gómez Morin.
Son aproximadamente las 5 de la tarde y bajo un cielo gris, pero no por presagio de lluvia, Claudia Sheinbaum sostiene ya el bastón de mando. La Doctora, en un vestido blanco con un bordado de flores coloridas al costado, pronuncia su lista de compromisos para construir el “Segundo Piso de la Cuarta Transformación”. No está sola en la plataforma, es acompañada por lideresas comunitarias de toda la República, ciento catorce para ser exactos.
De frente al escenario en el cual sucede la ceremonía, una lona gigante cubre uno de los antiguos edificios que delimitan el Zócalo capitalino. Con el lema “Claudia Sheinbaum, presidenta”, el espectacular muestra fotos de la mandataria a través de los años. Imágenes suyas en cada etapa de su formación política, en los grupos estudiantiles de la huelga de la UNAM del 86, acompañando a López Obrador en el 2000, luego en el 2005, y más recientemente como Jefa de Gobierno. Es una afirmación: el recorrido de Claudia Sheinbaum, las luchas, las convicciones que la trajeron a este día, son suyas y de quien viene a verla en el primer acto masivo del sexenio.
Banderas blancas y guindas ondean en el espacio entre el espectacular y el escenario en el que se sitúa la primera mandataria. Algunas con su nombre, otras con el logo de Morena, serpentean ocasionalmente con los soplos de viento. El público atiende mientras Claudia declama promesas nuevas y heredadas. No está presente la escandalera de un festejo, al contrario, la mayoría de los asistentes aguardan. Una ausencia imposible de ignorar; bueno, además de la de Andrés Manuel. La multitud espera nosequé, distraída. Sólo cuando la presidenta intenta animar al público o menciona el nombre de López Obrador, la atmósfera se estremece. O bueno, vibra ligeramente.
Lo cierto es que aunque parece saturado, se puede caminar tranquilamente entre las comitivas que atienden quietas en la plancha de la Plaza de la Constitución, portando gorras guindas que quizá compraron con alguno de los vendedores de amluches que se acumulan desde la Alameda. Sin mucho batallar, uno incluso puede esquivar los grupos y acercarse al frente, al costado del escenario desde el cual la Doctora anuncia sus compromisos. Ahí, frente al Palacio de Justicia, un plantón permanente del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo exigen la libertad incondicional para Higinio Bustos Navarro, indígena náhuatl, y activista social preso desde 2021.
También ahí, un pequeño cúmulo de simpatizantes se toma foto con una pequeña lona, muy práctica por cierto:
Morena, la esperanza de Chimalhuacán
Miguel Benito, Consejero Nacional
Organizando a este grupo grupo al tiempo que sostiene la pancarta está Emilio,de 37 años, protegido de un Sol discreto por un sombrero guinda y un chaleco de Morena. Emilio no es nuevo en estos eventos, pero la mayoría del grupo que lidera sí. “Empecé a ir a campañas y encuentros durante la pandemia, con el cambio de gobierno local. Por esas fechas empecé a trabajar con el Municipio”. Ayuda en la organización y coordinación de eventos, y aunque no se considera obradorista, reconoce que en 2006 votó por Andrés Manuel.
El conjunto de Emilio es parte de una estructura que ganó las elecciones en Chimalhuacán en 2021, alternando por primera vez el poder que el PRI y sus grupos de choque tuvieron en el municipio por más de setenta años. También es uno de varios que vienen organizados a la entrega de bastón de mando, enviados de municipios, representantes locales de la cuatro-té. El Zócalo está alfombrado por comitivas que cruzaron el país o la ciudad para estar aquí, algunas viajando hasta treinta horas en autobús para presenciar el primer día del sexenio.
Aquí, banderas con nombres de cada estado de la República y de cientos de municipios se confunden con las de sindicatos y otros viejos actores de la política. Al centro de la plancha, integrantes de sindicatos como el Mexicano de Electricistas ondean sus estandartes. Entre unos y otros, es fácil perder de vista al apoyo “orgánico”, a quienes prepararon sus cartulinas y gritan más fuerte en apoyo a la Presidenta. Entre ellos, un señor de setentaytantos, que viene con su familia, sostiene un cartel escrito con plumones de colores.
Una flor morena
La primera presidenta de México
¡Viva Claudia Sheinbaum!.
Emilio de vez en cuando mira una pantalla en la que se proyecta a Claudia compartiendo los últimos compromisos de su plan de gobierno. Luego mira a su grupo, que se sigue tomando fotos con la lona, ahora pasada a otras manos. Chimalhuacán, antes (muy antes) la frontera agrícola entre la Ciudad de México y el Estado de México, está ahora completamente integrado a la mancha urbana del Área Metropolitana. Aunque el grupo de Emilio es de los que menos distancia tuvo que trasladarse, hoy empezaron a la madrugada. Se juntaron a las seis de la mañana para subir al autobús y trasladarse al Centro Histórico. “El transporte nos lo dió el municipio, así como la comida para el día. Queríamos llegar temprano para ahorrarnos el tráfico en la entrada, y para ver a la Presidenta de cerca,claro”.
Llama a su grupo, les dice que no se alejen. Que no se dispersen ya que pronto tendrán que organizarse y dirigirse al autobús de vuelta. Un señor se sienta encorvado en un banquito y clava la mirada al piso. Junto a él dos señoras ven su celular y se ríen de las fotos que tomaron. En ese sentido, se parecen a los otros grupos que ocupan la plaza: charlan dispersos en indumentaria completa del partido, agotados por un largo trayecto, presentes en el día histórico. Alguno escucha atentamente mientras observa el discurso en las pantallas instaladas en el perímetro del Zócalo. Las conversaciones se entremezclan con las palabras de la presidenta.
El público abstraído y expectante contrasta con el ambiente de algarabía visible en las calles aledañas. Sobre Madero, entre La Palma e Isabel la Católica, está la verdadera fiesta. Con toritos, una marioneta de Claudia y ritmo de trombones y tambores una veintena de personas viven la jornada en júbilo. Entre serenatas y serpentinas, una señora pasa con una bengala con humo guinda y genera una neblina que, aunque artificial, envuelve de misticismo al evento. Esta es la puerta de entrada al segundo piso de la Cuarta Transformación que se esperaba encontrar. Una folklorización caricaturizante y una celebración tremenda.
En esas calles, la gente que se dirige a la Plaza de la Constitución sonriendo, o esperando el paso, o ambas, choca con los grupos dispersos que van en dirección contraria, hacía la Alameda. Estos últimos dicen cansados que no vale la pena avanzar, que están saturadas las entradas al Zócalo. Así, los grupos se conglomeran en los cruces peatonales, en dónde pusieron pantallas y se generan unos embotellamientos que terminan por desquiciar el Centro de la Ciudad. Muchas de las personas más animadas por la toma de posesión acomodan sus carteles bajo el brazo y se quedan ahí escuchando las primeras palabras de una mujer portando la banda presidencial tricolor.
De regreso en el escenario, la Primera Mujer Presidenta en la historia de México concluye con un puñado de vivas: ¡Viva México!, ¡Viva la Cuarta Transformación!, ¡Viva el pueblo! Emilio, traviesamente, añade su propio grito: “¡y que viva Chimalhuacán, carajo!” Las risas resuenan en el grupo.
En cuanto Claudia termina, comienzan a recoger sus bancos y una que otra se pone su chubasquero guinda con el logo de Morena Chimalhuacán en la espalda y que no fue necesario usar. Lentamente, emprenden su regreso al autobús que patrocinó el municipio, perdiéndose entre la multitud que no esperó a que terminaran los aplausos para salir.